Se conservan numerosos retratos de la reina Isabel y de la familia real. A lo largo del siglo xv se desarrolló un nuevo tipo de retrato áulico que daba absoluto protagonismo al personaje, un signo de los nuevos aires humanistas. Estas imágenes tenían una importante función política y diplomática (alianzas matrimoniales), de ahí que fueran llamados a la corte de Castilla dos pintores, Michael Sittow en 1492 y Juan de Flandes en 1496, a quienes se atribuyen varios retratos de los soberanos y de sus hijos.
Los retratos de
Isabel la Católica muestran diversas facetas de su personalidad. Uno de los
rasgos que más celebraron sus contemporáneos fue su fortaleza de varón y su
carácter enérgico.
O alta fama viril
de dueña maravillosa
que el estado feminil
hiso fuerça varonil
con cabtela virtuosa.
(Versos del franciscano Íñigo de Mendoza)
En obras tan
emblemáticas como el retablo de la Capilla Real de Granada, donde fue
enterrada, o en la sillería del coro de la catedral de Toledo, con escenas de
la conquista de Granada, aparece una reina a caballo en plena campaña militar.
Por otra parte,
Isabel había recibido una esmerada educación: «hablaba muy bien, entendía
cualquier habla o escritura latina», según su cronista Hernando del Pulgar.
Reunió una rica biblioteca e impulsó la difusión, y posterior control, de la
imprenta en España. En los frontispicios de algunos libros impresos por
iniciativa suya suele aparecer su retrato, sola o en compañía del rey Fernando
recibiendo un ejemplar.
Que la reina era
una gran amante del lujo lo demuestran sus fabulosos gastos en joyas, brocados
y vestidos de seda, tapices, libros miniados... Los que la conocieron, como el
embajador veneciano Marin Sanudo, hablan de la riqueza de su atuendo: «iba
vestita molto richamente in habito quasi a la francese». Frente a las críticas
por ese derroche en mujer tan «honestísima, casta, devota, discreta,
cristianísima...» (en palabras de su cronista Andrés Bernáldez), del Pulgar se
veía obligado a justificarla alegando que esos gastos necesarios a su condición
y nunca pompa excesiva.
La reina Isabel la
Católica
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-reina-isabel-la-catolica/dd9275b0-8d37-46da-9049-22f2ef0791df
Hacia 1490. Óleo
sobre tabla, 21 x 13,3 cm Sala 057
Este retrato de
Isabel de Castilla (1451-1504) es una de las primeras representaciones que se
conocen de la reina católica, que luce un joyel regalado por su padre, en clara
referencia a la continuidad dinástica. Es una imagen pintada en los Países
Bajos, o quizá Inglaterra, donde se documenta en fecha muy temprana. Dado que
la reina nunca salió de España, debió ser creada a partir de modelos o dibujos
realizados en la corte, lo que delata el interés de las élites castellanas en
ser retratadas por artistas flamencos.
Transcurridos ya más de cincuenta años desde que Angulo público sus indagaciones acerca de este retrato, no han aparecido nuevos elementos de juicio que permitan fijar definitivamente su autoría, tras descartar a Juan de Flandes y también a Michel Sittow, al que asociamos con Melchor Alemán. No obstante, considerando la edad que debía de tener la reina, se podría fechar hacia 1490, cuando trabajaba para ella Antonio Inglés, el pintor que llegó a Castilla con la embajada inglesa en 1489. Pese a que no se pueda asegurar, sin duda es la hipótesis más probable. No obstante, por ahora, se debe de adscribir a un pintor flamenco anónimo, de origen nórdico y conocedor de la técnica flamenca, a juzgar por lo cuidado de las carnaciones, pero no así de los cabellos, menos detallados, menos precisos.
Gracias a los textos de la época se conocen los rasgos de Isabel la Católica (1452-1504). Aunque se conservan más retratos de la reina castellana, sólo reflejan su imagen real este del Museo del Prado y el de Juan de Flandes de Patrimonio Nacional, y en ninguno de ellos aparece con la expresión alegre con que la describen los textos, lo que, sin duda, está acorde con el carácter y la función de ambos retratos. En el del Prado, realizado antes de octubre de 1497, en que los hados se enseñaron con la Reina Católica, de carácter íntimo y personal y expresión de la devoción de la reina, el pintor efigia a Isabel sumida en sus pensamientos en el instante en que cierra su libro de horas y medita sobre el pasaje que acaba de leer, mientras que Juan de Flandes, de carácter representativo, resalta su condición de reina.
El autor retrata a Isabel la Católica de tres cuartos, sobre un fondo oscuro que permite destacar su imagen. La muestra de busto, mirando hacia la izquierda y con la mano derecha apoyada en un parapeto, sosteniendo con la izquierda un libro de rezo, que mantiene abierto con el pulgar para señalar donde ha detenido la lectura. Establece, por tanto, dos focos de atención, las manos y, sobre todo, el libro, exponente de la religiosidad de la reina Isabel, y el rostro ensimismado, con el cabello recogido cubriéndole las orejas y casi descubierta, sin la cofia y la toca transparente del retrato de Juan de Flandes, a excepción de la parte que le cubre la cofia pequeñísima, de las llamas de atrás. Lleva un rico brial escotado de brocado y un joyel colgado al cuello. En 1950, al estudiar el retrato de Windsor, Angulo identificó la joya -igual que la del Prado-, con la que, según los inventarios reales publicados por Ferrandis en 1943, desempeñaba el rey Juan II, padre de Isabel la Católica, de manos de un mercader llamado Xerónimo. Era de oro fecho a manera de reste, en cuyo centro se engastaba un balaje-rubí de tono morado, más cuatro perlas grandes.
Por la estructura del soporte y la disposición de la figura, el retrato debió formar parte de un díptico.
Silva Maroto, P.,
Isabel la Católica (h. 1490). En: Ruiz Gómez, L.: El retrato español en el
Prado. Del Greco a Goya, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2006, p.44, n. 1
https://www.patrimonionacional.es/microsites/retratos/obras_principales.htm
Este retrato de
Isabel la Católica fue un regalo que los monjes hicieron a Felipe V y a su
mujer María Luisa de Saboya a raíz de su visita a la cartuja de Miraflores,
Burgos. El retrato estuvo en el Palacio Real de Madrid, donde permaneció hasta
que se llevó en la década de 1940 al Palacio Real de El Pardo. En el año 2004
se volvió trasladar a Madrid.
Isabel la Católica
tomó a su cargo el costear las obras y el ornato de la cartuja de Miraflores,
destinada a acoger los restos de su padre Juan II y de su madre Isabel de
Portugal, segunda esposa del monarca, así como también los de su hermano el
infante don Alonso.
Este retrato,
atribuido a Juan de Flandes, muestra a Isabel la Católica envejecida, pese a
que su edad no era avanzada, ya que murió con 53 años. Debe corresponder a los
últimos años de su vida, tras sufrir tres pérdidas muy dolorosas: la del
heredero, el príncipe don Juan en 1497; y las de sus otros dos herederos, su
primogénita Isabel, reina de Portugal, fallecida en 1498, y el hijo de esta, el
príncipe don Miguel, que vivió solo hasta 1500. Con el futuro del reino en
manos de doña Juana, que ya había dado signos de su desequilibrio mental, no es
de extrañar que se manifestaran en el rostro de la reina Católica las huellas
de todas las penas sufridas.
Se trata de un
retrato de carácter representativo, en el que el pintor flamenco muestra a la
reina ante un fondo neutro, de busto, en posición ligeramente escorzada, con el
rostro dirigido hacia la derecha, con expresión ensimismada. La ausencia de
contenidos simbólicos es propia de la imagen real a fines del siglo XV en los
reinos hispanos. De ese modo, concentra la atención en el rostro envejecido de
la reina, fuertemente iluminado, destacado del fondo oscuro y del brial de
color pardo verdoso con gran escote. Y también lo hace la rica camisa blanca
que asoma del brial, bordada con listas negras con el borde decorado en el que
alternan leones rampantes y cuatro barritas entrecruzadas. Isabel la Católica
muestra el cabello recogido rodeando las mejillas y cubierto por un lienzo
blanco tupido que le cubre parte de la frente y sobre él lleva una cofia
transparente. Todo ello se cubre con otro lienzo transparente que desciende
sobre los hombros y une sus puntas sobre el pecho con un rico joyel que forma
una cruz de brazos iguales y bajo ella una venera con una piedra preciosa con
engarce triangular en su interior.
https://www.patrimonionacional.es/microsites/retratos/obras_principales.htm
Isabel (RTVE)
https://www.rtve.es/television/isabel-la-catolica/capitulos-completos/