Mostrando entradas con la etiqueta Juan Carlos I. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Juan Carlos I. Mostrar todas las entradas

jueves, 23 de marzo de 2023

"Franco fue un reformista de ultratumba": desvelan su operación secreta para reforzar al rey Juan Carlos

 En su histórica comparecencia, emitida en diferido el 20 de noviembre de 1975, un compungido Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno, anunció a los españoles la muerte de Franco. Casi al borde de las lágrimas, tardó un par de minutos en sacar del bolsillo interior de su chaqueta un sobre que contenía el testamento político del dictador. Lo abrió y leyó la última voluntad del caudillo: "Os pido que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado". El día 30 de octubre, consciente de la gravedad de su estado, había ordenado que se ejecutara el artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado, traspasando sus poderes al príncipe de manera definitiva. (seguir leyendo).


lunes, 7 de marzo de 2022

Lo que sabemos y lo que falta por saber de Juan Carlos I

Las investigaciones que Juan Carlos I tenía pendientes en España han sido archivadas. Pero esos casos están basados en hechos probados. La Fiscalía probó que el rey emérito cometió delitos fiscales y recibió e hizo regalos millonarios que no justificó ante la Hacienda pública. En el nuevo episodio de ‘Hoy en EL PAÍS’, nos preguntamos qué sabemos y qué nos falta por saber sobre Juan Carlos I, una reconstrucción de los hechos que realizan los periodistas de investigación José María Irujo y José Manuel Romero. Presentado por Íñigo Domínguez.

https://elpais.com/podcasts/hoy-en-el-pais/2022-03-07/lo-que-sabemos-y-lo-que-falta-por-saber-de-juan-carlos-i.html

lunes, 27 de marzo de 2017

Juan Carlos, rey emérito

http://www.mediterraneodigital.com/portada/nacional/nacional/los-papeles-clasificados-del-23f-salen-a-la-luz-el-rey-juan-carlos-organizo-el-golpe-de-estado.html

lunes, 21 de noviembre de 2016

Así confesó Adolfo Suárez por qué no hubo referéndum monarquía o república: "Hacíamos encuestas y perdíamos"



Un activista recibe una paliza al protestar contra la manifestación franquista en Madrid


Un estudio de 1970 muestra que sólo el 20,8% de los españoles quería una monarquía "después de Franco". Público.

España en dos trincheras: la Guerra Civil en color 



miércoles, 30 de abril de 2014

Adolfo Suárez, a Estados Unidos: "Fraga sería un desastre como presidente"

Un mes antes de la muerte de Franco, Suárez aseguró a miembros de la embajada norteamericana en Madrid que Manuel Fraga provocaba "una profunda desconfianza", por lo que no era la persona adecuada para pilotar la transición
De acuerdo a cables diplomáticos desclasificados por EE.UU y recopilados por el portal Wikileaks, el entonces príncipe Juan Carlos trasmitió en septiembre del 75 al embajador estadounidense su temor a no poder mantener el apoyo del Ejército "más allá de cuatro años". Los documentos revelan también que Gutiérrez Mellado se mostró inflexible en el 77 con la pretensión de EEUU de utilizar puertos comerciales españoles para buques nucleares.

Nada escapaba al escrutinio de la lupa estadounidense y menos en los convulsos años 70. Así lo ponen de manifiesto los últimos cables diplomáticos desclasificados por el Gobierno norteamericano que han sido recopilados por Wikileaks. El portal fundado por Julian Assange ampliaba su biblioteca virtual el pasado día 24 de Abril con más de 350.000 nuevos documentos diplomáticos correspondientes al año 1977, que se han puesto a disposición de los internautas bajo la etiqueta de Carter cables (en referencia al presidente de turno). Estos nuevos archivos se suman a los llamados Kissinger cables, que fueron publicados hace meses en la web de Wikileaks y que abarcan desde el 1973 al 1976. En total, más de dos millones de documentos que aportan interesantes revelaciones sobre años clave no sólo en la historia del siglo XX sino también en la historia de España.
Suárez y la desconfianza de Fraga
El 29 de octubre de 1975, el embajador norteamericano en Madrid, Wells Stabler (que ocupó el cargo desde 1975 a 1978) escribió una nota confidencial dirigida al Departamento de Estado en Washington dando cuenta de una reunión mantenida con "Adolfo Suárez, el joven y dinámico líder" del régimen. Franco estaba entonces al borde de la muerte y las incógnitas sobre cómo llevar a cabo el proceso de transferencia de poder crecían por minutos. En ese contexto, según el cable firmado por Stabler, Adolfo Suarez aseguró ante miembros de la embajada que "(Manuel) Fraga sería un desastre como presidente", dado que provocaba "una profunda desconfianza" por su trayectoria, aunque consideró que sí debería ser parte de un futuro gabinete.
Don Juan Carlos y su temor a perder el apoyo militar
Dado el papel crucial del entonces príncipe don Juan Carlos, no es extraño que el embajador estadounidense hiciese todo lo posible por ganarse la confianza del futuro monarca. Algo que finalmente consiguió, de acuerdo a los documentos desclasificados (hay cables recogiendo hasta cuatro reuniones en ocho meses). Según un texto enviado por Stabler el 26 de mayo de 1975, don Juan Carlos le confesó no querer abandonar España durante los meses de incertidumbre sobre la salud del dictador a pesar de que varias personas (entre ellas el presidente francés Giscard D'Estaing) así se lo habían aconsejado. Según escribió la embajada a Washington, "el Príncipe cree que una ausencia prolongada en esos momentos le perjudicaría". En esa misma conversación, el futuro Rey habría reconocido ante el diplomático norteamericano sentirse "aislado e ignorado" por la familia Franco.
Pocos meses antes de la muerte de Franco, el 3 de septiembre del 75, el embajador Stabler escribió que don Juan Carlos le había trasmitido su temor a no poder mantener el apoyo del Ejército "más allá de cuatro años". De acurdo al texto, el futuro Rey aseguró que si el cambio de régimen no llegaba pronto y, a menos que se le prestase mayor atención a las necesidades materiales y personales de la Fuerzas Armadas, "el periodo podría ser incluso más corto"
Wikileaks
Stabler, que relataba de manera muy prolija sus conversaciones con el Príncipe, vería con estupor cómo parte del contenido de las mismas terminaría llegando a oídos de Francia debido a una indiscreción del embajador norteamericano en Rabat; así se desprende de un cable fechado a finales de 1975 en el que el embajador en Madrid se queja de "no poder mantener la necesaria confianza del príncipe don Juan Carlos si mi información circula por embajadas carentes de discreción".
Rota y el no de Gutiérrez Mellado a los buques nucleares
Durante los últimos meses del franquismo, las negociaciones sobre el uso de la base de Rota generaron ciertas "tensiones" no sólo dentro del Comité de Defensa Nacional sino también entre ciertos ministros del régimen, según el relato de la Embajada estadounidense en Madrid. En un cable fechado el 18 de julio del 75, el embajador Stabler asegura que "ciertos ministros (entre ellos el de la Presidencia Carro Martínez) consideran muy baja la compensación recibida por España", ya que esta se limitaba a 500 millones de dólares en créditos a cinco años para comprar armamento estadounidense, principalmente aviones F-17 y F4c y misiles Red Eye y Stinger.
Ya con Adolfo Suárez en la presidencia, la Marina de EE.UU. trasmitió a España en 1977 su intención de llevar a cabo escalas técnicas de buques nucleares en puertos civiles como Palma o Barcelona. El ministro de Defensa, Manuel Gutiérrez Mellado, de acuerdo a un cable fechado el 31 de octubre de ese año, prohibió las citadas escalas esgrimiendola "gran impopularidad de tales visitas que resultarían perjudiciales para ambos gobiernos". Gutiérrez Mellado había dicho no, meses antes, a las pretensiones norteamericanas de ampliar su flota de aviones cisterna en España.
La censura, la prensa y la CÍA
Cuando Luis Carrero Blanco llevaba dos meses en la Presidencia del Gobierno, el embajador norteamericano le visitó en su despacho, según queda reflejado en un cable fechado el 1 de agosto de 1973. La conversación comenzó con una mención por parte de Carrero al reciente estallido del Caso Watergate (destapado por los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward, que permitió conocer las actividades ilegales del presidente Nixon). El delfín de Franco trasmitió al diplomático norteamericano su "condena por el papel jugado por la prensa en el asunto", a la que acusó de "sacar provecho de todo este asunto"
Dos años después, el 20 de septiembre del 75, el Ministerio de Información anunció a la Embajada norteamericana su decisión de "emprender acciones contra el periódico Nuevo Diario por la publicación de un artículo "ofensivo" contra Estados Unidos".El texto en cuestión, titulado Goodbye Mr. Marshall tachaba a EEUU de "país repugnante en cuanto a sus relaciones internacionales". Según el cable, el régimen dudaba "entre suspender al periodista o directamente acabar cerrando el periódico". Sin embargo, las molestias que España decide tomarse por esta publicación sorprenden al propio ministro consejero Samuel .D. Eaton. En el cable, deja clara su intención de transmitir a Madrid lo antes posible que en ningún momento Washington pretende tomar medidas ni asumir las consecuencias que de ellas se derivaran.
Wikileaks
El mismo Eaton redactaría un cable el 23 de marzo del 77 para informar al Departamento de Estado de la publicación de un reportaje en el que se especulaba sobre la posible presencia de agentes de la CIA en España. La historia publicada en el semanal Guadiana especulaba con la posibilidad de que Manuel Fraga trabajase en realidad para la Agencia norteamericana. En cuanto al fondo de los artículos, la embajada planea "no comentarlos" calificando las fuentes de "altamente inexactas". Sin embargo Eaton sí consultó a Washington si debía desmentir la vinculación de Fraga con la CIA. "Quedo a la espera directrices", escribió el consejero.

martes, 8 de abril de 2014

IU reclama una comisión parlamentaria para desentrañar el 23-F
























Plantea esta propuesta tras publicar EL MUNDO un adelanto del libro de Pilar Urbano

¿Pudo el Rey avalar un golpe contra la Constitución que él mismo impulsó?



El 23-F reúne todos los ingredientes de las historias circulares. No se agota. De manera periódica vuelve a la actualidad con fuerza renovada. Parece que nunca acabaremos sabiendo toda la verdad sobre el golpe de Estado que estuvo a punto de abortar la recuperada democracia española apenas pasados cinco años desde la muerte de Franco.

El hecho de que aún no se hayan desclasificado algunos relevantes documentos, cuando ya han transcurrido 33 años de la asonada, añade el factor de intriga necesario para hacer de su relato algo misterioso e incluso morboso.

Cuando se cumplió el 28º aniversario del golpe, el entonces presidente del Congreso, José Bono, hizo pública el acta de los hechos ocurridos el 23-F, que en su día fue redactada por él mismo y por Víctor Carrascal.

Sin embargo, es el CNI el que atesora los documentos más importantes. Además de algunos informes escritos, el Centro guarda el material grabado por las cámaras internas del Congreso, que funcionaron durante toda la noche; también las fotografías que se hicieron a la mañana siguiente del estado en que quedó la Cámara, y, sobre todo, las grabaciones de las conversaciones mantenidas por Tejero con Milans desde el Congreso mientras duró la toma del mismo.

Ya han transcurrido más de 25 años, que es lo que establece la Ley de Secretos Oficiales, para que dichos documentos se desclasifiquen. El Gobierno, que es quien tiene esa prerrogativa, debería de facilitar a la opinión pública esos pedazos de historia para que se conozca toda la verdad.

El libro de Pilar Urbano, La desmemoria, que ha salido a la venta esta semana y cuyo contenido avanzó Miguel Ángel Mellado en una gran entrevista a su autora, que fue publicada el domingo pasado en EL MUNDO, ha provocado un terremoto político de gran intensidad. Urbano tocó dos fibras sensibles de la democracia española: la solidez de la relación entre don Juan Carlos y el presidente Suárez y el papel del Rey en el golpe.

La duda sobre esas dos verdades asumidas por el relato oficial de los hechos supone cuestionar nuestra historia más reciente. Justo en dos de los aspectos que la convierten en ejemplar: un político y un Rey que, juntos y en complicidad, logran restablecer la democracia y, pasado el tiempo, afrontan con valentía la respuesta a un golpe militar que pretendía aplastarla.

Es lógico que ante tal atrevimiento, la Casa Real, ex ministros, ex presidentes, articulistas deseosos de prestar servicios, etc. hayan iniciado una operación de control de daños contra una bomba que ha estallado justo tras la muerte de Suárez y en un momento delicado para la Corona.

Lo importante es saber qué ocurrió en realidad.

En primer lugar, hablemos de la relación entre Suárez y el Rey. Don Juan Carlos y el primer presidente de la democracia se conocieron en 1968 en Segovia, provincia en la que el de Cebreros ejercía como gobernador civil por aquel entonces. Fue el propio Franco el que envió al futuro Rey a entrevistarse con un joven político del Movimiento que prometía mucho.

Los dos congeniaron y, a partir de entonces, mantuvieron una relación intensa que fructificó en sólida amistad. La habilidad de Torcuato Fernández-Miranda a la hora de presentar la terna de candidatos a la presidencia al Rey fue precisamente meter en ella al candidato que quería don Juan Carlos.

Comenzó entonces para ambos una aventura tan arriesgada como apasionante: pasar de la dictadura a la democracia sin derramamiento de sangre.

Nadie discute hoy que, pese a los errores, aquella singladura, con la Constitución de 1978 como punto culminante, fue todo un éxito.

Pero la crisis económica (en 1979 estalla la segunda crisis del petróleo), la violencia terrorista, el malestar en las Fuerzas Armadas y las divisiones internas en la UCD, hicieron para Suárez la carga insoportable. Sobre todo, y esto es muy importante, el sentimiento de sentirse traicionado por los suyos. Especial dolor y abatimiento causó en el presidente la deslealtad del que creía su amigo Fernando Abril Martorell.

Fue a partir del verano de 1980 cuando Suárez, de común acuerdo con el Rey, puso en marcha la operación Calvo Sotelo. El presidente creía que su salida podía rebajar la tensión y buscó a un hombre que no generase rechazo y que contara con el apoyo de aliados tan poderosos como EEUU.

Es verdad que durante los seis meses que transcurren desde ese verano a la fecha del golpe, las relaciones del Rey con Suárez se enfrían. Sobre todo, por el empeño del Monarca en traerse al general Armada a Madrid desde su puesto de gobernador militar de Lérida.

El presidente nunca se fió de Armada, mientras que Don Juan Carlos lo consideraba un firme apoyo en unas Fuerzas Armadas trufadas de golpistas.

La pregunta es: ¿buscaba el Rey con la llegada de Armada a Madrid un hombre para dirigir el golpe?

Los hechos ponen de manifiesto que no. Don Juan Carlos ni conoció, ni apoyó el 23-F.

Un documento, que tampoco ha sido hecho público, avala esta afirmación. El CESID remitió un informe secreto al presidente del Gobierno el 14 de enero de 1981, justo cinco semanas antes del 23-F, en el que se analizan las posibilidades de un golpe militar. Esta es la transcripción de uno de sus párrafos: «Hacia el futuro pueden considerarse como muy poco probables los intentos prácticos de consecución de un 'Gobierno de gestión', pues, entre otras dificultades exige, tal como se concibe hoy, una impensable colaboración anticonstitucional de la Corona».

Es decir, los militares sabían que un golpe nunca contaría con el apoyo del Rey y, por lo tanto, de llevarlo a cabo, siempre sería contra el Rey. Lo que enturbió las cosas fue el protagonismo de Armada la noche del tejerazo.

El general apareció en el Congreso como si fuera un pacificador. Su gestión logró el llamado Pacto del capó, por el que los guardias civiles al mando de Tejero abandonaron el Congreso de manera pacífica en la mañana del 24 de febrero.

Incluso Suárez pensó que se había equivocado con Armada, al que consideraba un conspirador nato. Pero fue el propio Rey, como relata su hijo en la esclarecedora entrevista que le hace Victoria Prego, el que le dijo en la Zarzuela en la mañana del 24-F: «He sido yo el que se ha equivocado con Armada. Ordena ahora mismo su detención».

Casimiro García-Abadillo

La derecha mediática al rescate

Los diarios conservadores de Madrid siguen dándole vueltas al papel del Rey en la rebelión militar del 23 de febrero de 1981. El fallecimiento de Adolfo Suárez, que intentó ser aprovechado por algunos responsables políticos e institucionales para reverdecer --y capitalizar-- los viejos laureles de la Transición, y la oportunista aparición del libro de la periodista Pilar Urbano, La desmemoria,han actuado en las últimas semanas de cajas de Pandora y han destapado fantasmas que se creían enterrados; entre ellos, el papel deJuan Carlos durante los meses previos a la intentona golpista.
Pilar Urbano declaró hace ahora una semana a El Mundo que Suárez acusó al Rey en la Zarzuela de haber instigado la operación Armada y, desde entonces, no han dejado de llover desmentidos, descalificaciones y acusaciones de numerosos políticos de la antigua UCD, del PP y del PSOE contra la veterana periodista de investigación. Las antiguas alabanzas que recibió la reportera supernumeraria se tornaron lanzas y hasta Felipe González salió a la palestra para asegurar que "miente más que habla". Nadie, sin embargo, se ha querellado con la autora del libro supuestamente repleto de "infamias e infundios".
  • portadamundo060414
  • La Razón, 06-04-2014.
    La Razón, 06-04-2014.
  • portadaavui060414
  • portadaperiodico060414
  • portadavanguardia040614
  • portadaara060414
  • portadapais060414
  • portadaabc060414
El Mundo entrevista este domingo al hijo más conocido del presidente difunto. "No tolero que con la mano de mi padre se le dé una bofetada al Rey", declara Adolfo Suárez Illana a la no menos veterana periodista Victoria Prego. Suárez Illana aporta documentos inéditos que desmienten "sin fisuras ni dudas" que Juan Carlos alentase el 23-F y entrega cartas personales que demuestran la lealtad recíproca que se profesaban "los dos principales artífices de la Transición".
El diario de más rancio abolengo monárquico, Abc, no quiere quedarse atrás en la defensa del Rey y entrevista a Rafael Puyol,amigo personal de Suárez y exrector de la Complutense, quien asegura que el primer jefe del Gobierno de la actual democracia "siempre dijo que quien paró el golpe fue don Juan Carlos".
Fuente: El Periódico

El país de los secretos (Juan Carlos Escudier)

A raíz del último libro de la periodista Pilar Urbano, en el que sugiere la ironía de que el gran cazador de paquidermos que habita en la Zarzuela fuera, en realidad, el enigmático ‘elefante blanco’ del 23-F, IU ha pedido la desclasificación de todos los documentos relativos al golpe de Estado. A la petición se sumó luego el PSOE, aunque no tuviera necesidad alguna porque su candidata a las europeas, Elena Valenciano, estaba allí y vio con sus propios ojos que el Rey, lejos de estar implicado, fue quien nos salvó del ‘tejerazo’. Obvio decirles que la probabilidad de que nos muramos sin conocerlos es muy elevada.

Decía Azaña que la mejor forma de guardar un secreto era escribir un libro, pero por si acaso mejorábamos en eso del informe Pisa los sucesivos gobiernos han evitado pasar por la imprenta y han seguido confiando en el candado. Para ello, nada mejor que mantener viva la ley de secretos oficiales del franquismo que, a diferencia de países mas normales, no establece plazos para la desclasificación de documentos. Los secretos lo son a perpetuidad. Lo que sí hemos llegado a conocer, gracias al escribiente que los pasaba a máquina y se guardaba la copia –lo relata Luis Díez en cuartopoder.es-, son los menús que Franco se metía entre pecho y espalda en 1939 cuando el país se moría de hambre. ¿Saben lo que tomó de primero el 14 de julio, aniversario de la Revolución francesa? Sopa marsellesa. El cocinero debía de ser un rojo o un cachondo mental.

Con el 23-F vamos dados. Hace ahora cinco años, el diputado Gaspar Llamazares preguntó al Gobierno por las grabaciones de las llamadas telefónicas entre el Congreso de los Diputados y el exterior a lo largo del golpe de Estado. ¿No parece lógico pensar que además de a Milans desde Zarzuela se llamara a Tejero? ¿No parece aún más lógico deducir que todas esas conversaciones debieron de ser intervenidas? Pues bien, tuvo que pasar un año para que hubiera respuesta. No llegó de Interior sino desde Defensa, el ministerio al que estaban adscritos los servicios de espionaje. ¿Qué se dijo? Pues que no había constancia de que dichas grabaciones existieran.

Claro que no es necesario retroceder tanto para confirmar el espíritu de apertura con el que se nos gobierna. El pasado mes de febrero varios grupos de la oposición, incluido el PSOE, defendieron una iniciativa con la que se intentaba abrir a los historiadores los archivos históricos de Defensa y de Exteriores. Ya de paso se pedía que, de manera inmediata, se permitiera la consulta de más de 10.000 documentos de entre los años 1936 y 1968, que iban a desclasificarse en 2011 y que siguen con más cerrojos que el sepulcro del Cid.

En su afán de transparencia, el PP dijo que verdes las habían segado, amparándose para ello en un acuerdo del Consejo de Ministros de 2010, es decir de Zapatero y sus muchachos, por el que se consideraba materia secreta y reservada prácticamente toda la política exterior del Estado. Los populares en esto han sido exquisitos. Cuando varios centenares de historiadores dirigieron una carta al Ejecutivo para denunciar por el ocultismo documental, se decidió el cierre definitivo a la investigación del Archivo de Exteriores, para que su protesta estuviera más motivada.

En resumidas cuentas, los archivos militares están cerrados. El de Exteriores, cuyos fondos se repartieron entre el Archivo Histórico Nacional y el Archivo General de la Administración, es inaccesible por una decisión política y por otra práctica: ninguno cuenta con los medios materiales y humanos necesarios. Así las cosas, se pretende que los alumnos catalanes aprendan gracias a la ley Wert la historia verdadera.

Documentos, especialmente del franquismo, existen a toneladas. Baste decir que los primeros empleados del Archivo de Salamanca eran guardias civiles, que desde el 1938 recibieron todo el material incautado por las brigadas de registro. Su misión consistía en leer los legajos, marcar los nombres propios y suministrar esa información al Tribunal de Responsabilidades Políticas, la Causa General y el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Subrayaban en dos colores, rojo y azul, aunque sin otro criterio aparente que no fuera el de la disponibilidad de lapiceros. Con aquel material se asesinó, se torturó y se consumó una metódica rapiña de bienes y propiedades.

De la democracia no se puede decir tanto. A falta de regulación, los presidentes del Gobierno han podido hacer lo que les ha dado la gana con los documentos que han manejado durante su mandato. González se llevó los que quiso y ahora, como se le ha debido quedar pequeña la casa, ha decidido montar una fundación a mayor gloria de sí mismo para quitarse unas cajas del trastero. Aznar decidió borrar con un par los archivos informáticos de Moncloa, no fuera a saberse que lo de Irak era una misión humanitaria. Y Zapatero arrambló con la famosa carta del BCE, cuyo contenido exacto ocultó al Congreso, para incluirla en su libro.

Es fácil deducir que en IU pueden esperar sentados la desclasificación del 23-F por si de pie se cansan. Contamos al menos con el testimonio en primera persona de Elena Valenciano de que el Rey no estuvo implicado. Si no es por ella seguiríamos en la inopia.

Público, 02 abr 2014

Ordene la desclasificación de los documentos secretos sobre el 23-F


"Para Suárez estaba claro que el alma del 23-F era el rey". La afirmación pertenece a Pilar Urbano, autora de La gran desmemoria, el libro en el que la periodista y escritora acusa al monarca de estar al corriente de la llamada Operación Armada, cuya meta habría sido poner a este general en la presidencia de un gobierno de concentración cuyo vicepresidente era Felipe González.

¿Cierto o falso? Es imposible contrastarlo, ya que la documentación oficial de la investigación judicial que se llevó a cabo para esclarecer el golpe de Estado promovido por el teniente coronel Antonio Tejero se encuentra bajo secreto. Y así seguirá, si no es desclasificada antes, hasta el año 2031, protegida por una ley aprobada en la época de Franco.

El grupo parlamentario de La Izquierda Plural ha denunciado en el Congreso la "falta de transparencia" en torno al 23-F, que "siembra de dudas un episodio trascendental de nuestra democracia", y ha pedido una comisión de investigación sobre el golpe, que ya ha rechazado el PP asegurando que "el 23-F es objeto de investigación histórica. La investigación política está muy clara".

Por ello, esta petición busca conseguir la desclasificación de los documentos secretos sobre el 23-F, para conocer con exactitud qué paso en uno de los momentos claves desde la reinstauración de la democracia en España.

Fírmala y compártela.

To: 
Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno 
Le escribo para exigirle respetuosamente que ordene la desclasificación de los documentos secretos sobre el 23-F para que todos los ciudadanos sepan la verdad sobre lo ocurrido y quiénes estuvieron involucrados en la gestación y ejecución del intento de golpe de Estado.

Vía Infolibre

viernes, 4 de abril de 2014

Pilar Urbano: "Al rey le importaba más salvar la corona que la democracia"

La periodista Pilar Urbano (Valencia, 1940) ha puesto de acuerdo en menos de 24 horas al rey, a Felipe González, a Adolfo Suárez Yllana, a su cuñado Aurelio Delgado, a los exministros Rafael Arias Salgado, Jaime Lamo de Espinosa, Rodolfo Martin Villa, Marcelino Oreja Aguirre, José Pedro Pérez- Llorca y Salvador Sánchez-Terán, al Teniente General Andrés Casinello Pérez y al General Fernando López de Castro Fá.

Todos, sin excepción, han arremetido contra el nuevo libro de Urbano, La gran desmemoria (Planeta), que ha salido este jueves a la venta. No se han ahorrado ni un calificativo.

Es “pura ficción imposible de creer”, asegura un portavoz de la Casa Real citado por las agencias Efe y Europa Press. "Miente mucho más que habla", opina Felipe González. Es “un libro cuyo contenido no comparto y que considero profundamente lesivo del derecho fundamental al honor de mi padre, al nombre de mi familia y al papel que éste desempeñó durante la llamada Transición española”, dice Suárez Yllana. “Ha perdido definitivamente el oremus” o está siendo utilizada con “inexplicables fines”, se han quejado los exministros de Suárez.

Un terremoto que se ha producido a media tarde. Por la mañana, Pilar Urbano lucía una gran sonrisa y derrochaba humor en la rueda prensa de presentación de su libro. Aseguraba que su fin es “devolver al pueblo español el derecho a obtener información veraz” y relataba lo meticulosa que había sido con las fuentes de las que se ha servido para construir este mamotreto de 861 páginas. “El uso de las fuentes ha sido mi pasión y quizá mi pesadez. Es un modo de investigar, buscando fuentes y contrafuentes”. Descartaba —como se ha visto más tarde, de forma errónea— que esas fuentes pudieran desdecirse de lo que Urbano dice que le dijeron.

La polémica sobre La gran desmemoria es doble: por lo que cuenta y por el momento en el que lo cuenta. En el primer caso, Urbano asegura que el rey auspició lo denominada Operación Armada, destinada a apartar a Suárez del Ejecutivo y sustituirle por un Gobierno de concentración presidido por el general Alfonso Armada y Felipe González en la vicepresidencia. En el segundo caso —el cuándo—, no han sido pocos los que han calificado de oportunista a la autora y a la editorial por publicar el libro pocos días después de la muerte del expresidente Adolfo Suárez.

Sobre lo que narra en la obra, Urbano no se desdice ni una coma. Aclara, si acaso, que el rey estuvo involucrado en la Operación Armada, pero le exime de cualquier participación o conocimiento del golpe del 23 de febrero de 1981.

Respecto a la idoneidad de la fecha de publicación, opta por tirar de ironía: “Claro, estuve al lado de Suárez preguntándole ‘¿Cuándo te mueres? ¿Cuándo te mueres?’. No. Terminé el libro el 4 de enero”, aduce.

Previendo toda la polémica que se le venía encima, Urbano ha dejado una frase para enmarcar en mármol: “A quien le duele la verdad, ama la mentira”. Lo que no ha aclarado, vista la polémica surgida, es quién dice la cierto y quién está abonado a la falsedad.

A las dos de la tarde Pilar Urbano recibe a El Huffington Post. La primera pregunta, ya antes de que se desencadenase el tsunami de críticas, sólo podía ser sobre la polémica creada.

Pregunta: Dice que rehuye las polémicas… Quién lo diría.

Respuesta: [Ríe] ¡Se forman solas!

P: Pero usted pone su granito de arena.

R: Es que a la gente no les gusta mirarse en el espejo. O que le pongan un espejo y ver lo que refleja. Y el libro supone para muchos una especie de examen de conciencia. Es como que les pasen una película en la que tal vez no queden muy favorecidos. O que le saquen unas frases que no recuerdan que hubieran dicho. O que mencione unas frases que no pensaban que se iban a publicar. En mi caso recuerdo errores, pero también grandezas.

P: Suárez, por ejemplo, queda muy bien retratado.

R: Sí, pero espera un momento, porque efectivamente Suárez queda muy bien en el libro, pero en los primeros capítulos cuento cómo Torcuato [Fernández Miranda] dice de Suárez que es un hombre con ambición y algo extraño en su mirada. Al leer el principio del libro se podría pensar que estoy predisponiendo en contra del expresidente. ¡Pero no soy yo, es Torcuato! Dice que no está preparado, que es un hombre manejable, que no tiene proyecto, que puede ser un títere. El rey dice que le ve verde. De hecho, hace una lista y Suárez es el séptimo de posibles presidentes para sustituir a Arias-Navarro. Por eso al principio Suárez da la sensación de ser un pobre hombre. Torcuato piensa en que hará lo que le diga.

P: Pero luego se les vuelve en contra.

R: No es tanto eso como que empieza a mostrar su autonomía y dice que esto y aquello hay que hacerlo con el ritmo que él estima… Sale un estadista, un hombre de Estado. Y se va viendo en el libro, pero con hechos. Yo no doy ni una opinión… Es curioso esto: no doy ni una opinión. No hago ninguna descalificación ad hominem ni emito una opinión, porque es muy difícil… ¿Quién soy yo para hacer eso? Puedo decir cuántas lanzas hay en el cuadro de La rendición de Breda, pero no soy quién para decir si debían estar situadas de tal o cual forma.

P: Suárez emerge como un estadista que, según se desprende de su libro, guía a un rey que por momentos parece desnortado.

suarez

R: Sí. Está cuidando al rey de sí mismo y le enseña, como también hizo Torcuato, a reinar, a no fiarse, a no tener confianza hacia una persona de la que no cabe confiar... Le va marcando unas pautas, pero todos los borbones estaban acostumbrados a saltarse las normas, a mandar de un modo absoluto, omnímodo. Y es lo que hereda el rey de Franco y de don Juan: ambos disponen. Eso es lo que Suárez tiene que modular.

P: ¿Y el rey lo acepta?

R: Lo entiende, pero le irrita. Entiende mejor que se lo haga Torcuato, porque es su ayo, pero le molesta, como dice, no tocar bola. Porque pensaba que iba a ser como Franco pero en rey. En el libro publico 11 fragmentos de cartas en las que por ejemplo el rey se queja de que está saliendo una constitución laica, o de que se iba a meter a los obreros en el Parlamento…

P: ¿Y aceptó de buen grado la legalización del Partido Comunista?

R: Sí quería, porque aspiraba a ser rey de todos los españoles, pero a su tiempo. Andante ma non troppo, que es el ritmo que le marcan EEUU, la Comunidad Europea, los militares y el establishment franquista, esos 450 señores sentandos del hemciclio que no hay quien les quite de ahí y que además están presidiendo las empresas nacionales, muchos son consejeros del reino, están en todas partes… es el Poder. El rey se tiene que enfrentar a todo eso para que entren las hordas marxistas. Y ese juego de agilizar el proceso lo da Suárez. Es lógico que ambos choquen y discutan.

P: Incluso hubo disputas entre Suárez y Torcuato

R: Sí, cuando Suárez se reúne en secreto con Carrillo sin informar a Torcuato —hasta entonces le había pedido permiso como si fuera su jefe—, Torcuato rompe su relación con Suárez hasta el punto de que le pide que no le invite a cenar su casa.

P: Parece un culebrón.

R: Sí, hay política en estado puro, pero hecha por hombres que tienen sentimientos, rabia, pasión, amor… Porque el rey y Suárez se quieren, se tienen gran confianza. Y el rey le llora a Torcuato diciendo '‘Arias me puede, no me atrevo a echarlo'… Es miedo, es una prudencia estatal. En los primeros años, al rey le importaba más salvar la corona que la democracia.

P: ¿Cómo?

R: Sí, porque pensaba que la democracia podía llegar más lentamente. En eso estaba ayudado, porque era una monarquía tutelada por Estados Unidos, que era la que marcaba los ritmos.

P: Usted asegura en su libro que el rey lideró la la Operación Armada, destinada a apartar a Suárez de la presidencia del Gobierno y formar un Gobierno de concentración.

R: La impulsa… el impulso invisible que yo hago visible en el libro.

P: Impulsa la Operación Armada y luego no se entera de que se está gestando a sus espaldas el 23-F. Asegura que el rey no sabía nada al respecto.

R: El 11 de septiembre, cuando se elige a Leopoldo Calvo Sotelo, la operación ya no tiene razón de ser. Y el rey se lo dice a Armada, que intenta volver… El rey lo manda a Gutierrez Mellado, le despide, como despide a Torcuato o a Suárez.

P: ¿Pero en ningún momento al rey se le pasa por la cabeza que, aun despedido, Armada puede poner en riesgo la débil democracia?

R: No, porque piensa que sigue siendo leal. Y pese a que Armada le va dando mensajes que hace pensar en un peligro, el rey no los asume. Los encaja y le dice que vaya a Gutierrez Mellado.

P: ¿Cuál es el papel de Felipe González en la operación Armada? ¿Tiene acreditado que estuvo al tanto de ella y que, de hecho, aceptó la vicepresidencia de un Gobierno presidido por Armada?

R: Vicepresidente no se puede ser sin que cuenten con uno. En ese Gobierno está él, Peces-Barba, Mújica, Reventós, está la élite del PSOE y de AP. También Rodríguez Sahagún, de la UCD. No está Paco Ordóñez. Los nombres de ese Gobierno, en el que también figuran empresarios e incluso Luis María Ansón, no los han negado nadie. En ese momento González no está asustado, está en el juego del susto. Dice continuamente que han saltado las luces de alarma, que hay que reaccionar y formar un gobierno de concentración, de salvación nacional… Pero sin Suárez, eso lo deja claro siempre. Habla con el rey varias veces y con Sabino. Felipe González no se mueve tanto para hacer sociedad.

P: ¿Cree que el rey leerá el libro? Si lo hace, ¿qué opinará?

R: El rey, como él dice, no es león, porque no lee mucho. Pero le pasarán dos o tres frases destacadas y supongo que lo que le espejo le enseña puede no agradarle. Pero el rey, lo digo varios veces, no interviene en el 23-F y luego tiene el gesto de recuperar la amistad con Suárez. El rey queda mitificado por todos los españoles gracias al 23-F como el gran defensor de la democracia.

P: ¿Lo fue más Suárez?

R: Ese señor cayó en el ostracismo.

Fuente: huffingtonpost


Zarzuela desmiente a Pilar Urbano y asegura que su libro es "pura ficción imposible de creer"

domingo, 30 de marzo de 2014

El 23-f y el Rey

No hay nuevo hoy en El Mundo, nada que no supieran los historiadores hace tiempo, la única novedad, importante, es que salga a toda castaña en la portada de un periódico, que no se atreve, eso sí, a darle el titular a la verdadera noticia.
El mismo periódico, por lo demás, que ha participado junto al resto de medios del circo-suárez de estos días.

domingo, 23 de febrero de 2014

La biblioteca del 23-F: 10 libros para un golpe de Estado

Están los que critican el papel del Rey y los que no. También los que se dicen ficción y los que incurren en ella. Novelas, ensayos y reportajes de un día que duró 17 horas y media, el tiempo que mantuvo Tejero secuestrado el Congreso de los Diputados.
"Cuántos españoles debían de pensar que Adolfo Suárez era un personaje de ficción, que el general Gutiérrez Mellado era un personaje de ficción, que Santiago Carrillo o el teniente coronel Tejero eran personajes de ficción", escribe Javier Cercas enAnatomía de un instante (Mondadori). ¿Qué recuerdan los españoles de aquel día? ¿Qué exactamente? Pues una imagen, dice Cercas. Una que parecía irreal. Que se repite año tras año, unos segundos, durante la fecha del aniversario.  Una que tiene algo de sainete, de película de Landa: la de un hombre tocado con un tricornio, que hace saltar a tiros el yeso del techo del parlamento mientas grita a todos los diputados que se tumben en el suelo. La secuencia ocurrió. Es real. Y sin embargo algo en ella luce todavía inverosímil.
Partiendo de esa reflexión, Javier Cercas  empuja un libro que ni es novela ni es reportaje. Un libro que se convirtió en el superventas de aquel entonces - se publicó en 2009- y sobre el que muchos no logran ponerse de acuerdo. A los periodistas les pareció demasiado fantasioso y los novelistas demasiado periodístico. AAnatomía de un instante le pasa lo que a su tema. Nadie se pone de acuerdo. Sobre el 23-F se han escrito páginas y páginas –no necesariamente buenas, no necesariamente esclarecedoras- para aclarar qué ocurrió, qué papel tuvo cuál o tal personaje o incluso para fijar la experiencia personal como ejercicio literario, que fue lo que, a su manera, hizo Alejandro Gándara  en La media distancia, una novela que no lo dice directamente, pero que recoge sus años convertido en soldado raso del Regimiento Mixto de Ingenieros Número 11 de la División Acorazada Brunete; un jovencito que participó -sin saberlo- en el Golpe de Estado del 23-F. Después del barbecho,  de Juanjo García Navarro, ganadora de la decimoctava edición del Premi Enric Valor de novela en valenciano, también echa mano de una trama ambientada en el golpe de 1981.
La realidad, sin embargo, es suficiente. Suficientemente dramática -y compleja- como para darle la vuelta a los hechos. Ensayos, reportajes, testimonios. Los hay también que se detienen en la conspiración, en el la trama de intenciones y planes ocultos. Tal es el caso de  23-F, el Rey y su secreto(Libros Libres), de Jesús Palacios. En sus páginas, Palacios plantea que el 23-F se intentó "aplicar la misma solución" que en Francia llevó a la jefatura del Gobierno, y luego a la del Estado, a De Gaulle en 1958. "La intención era crear un gobierno de concentración nacional, formado por políticos de diversas vertientes ideológicas y presidido por un militar", escribe Palacios. El plan, dice,  estaba urdido por el CESID y consensuado con los partidos, incluido el PSOE. El secreto del Rey al que alude el título parte de la hipótesis según la cual Juan Carlos I, recién sentado en el trono,  "apoyaba esa solución". Sin embargo, Palacios matiza: no lo hizo el rey con "fines involucionistas, sino sencillamente para salvar una democracia con un gobierno débil y asediada por el separatismo, el terrorismo, la crisis económica...".

Hay quienes no santifican al Rey, pero no por ello pierden ocasión de juzgar su papel ese día. Es el caso de José Oneto en el libro  23-F. 30 años después (Ediciones B. 2011). En sus páginas, el periodista sostiene no creer en el apoyo del Rey a la Operación de Gaulle de Armada. Valga decir que Oneto es el autor de La noche de Tejero, el primer libro que apareció tras el golpe, sólo tres meses después, y que quedó ampliado y actualizado esta edición. "Es verdad que la conducta del Rey no fue irreprochable, como algunos defienden. Fue muy imprudente al hablar mal de Suárez y plantear su sustitución en círculos militares. Pero de ahí a decir que apoyaba el golpe hay una gran distancia. Si el Rey hubiese querido que el golpe triunfase, simplemente tenía que limitarse a dejar hacer", escribe Oneto. Diego Carcedo, reportero de Televisión Española en ese entonces corresponsal en Lisboa, es otro de los periodistas que ha querido aclarar qué ocurrió ese día. Lo hizo en el libro Los cabos sueltos del 23-F(Temas de Hoy.2001). En este libro descarta toda teoría de la conspiración apoyada por el Rey e incluso sostiene que la demora de la aparición de Juan Carlos I se debió exclusivamente a "razones técnicas". Carcedo basa su tesis en las grabaciones de las conversaciones que se mantuvieron a lo largo del golpe. 

Sobre los libros dedicados a esta fecha existe un apartado para quienes vivieron el hecho desde la institución militar. Uno de ellos fue el que escribió el coronel Amadeo Martínez, quien en 1990 fue separado del ejército por el Ministerio de la Defensa -tras haber pasado 5 meses en prisión por sanciones disciplinarias- a causa de sus constantes declaraciones aperturistas a favor de un ejército profesionalizado. Suyo es el libro La conspiración de Mayo (Stirya. 2008), donde explica la llamada Operación Móstoles, cuya su finalidad era imponer un régimen militar y en cuya ruta de acción estaba previsto un golpe de Estado el 2 de mayo. Los acontecimientos del 23 de febrero, precipitados por Armada, sostiene Martínez, impidieron que el plan saliera adelante. A ese libro se suma, por ejemplo, el del comandante de la División Acorazada de Brunete, Ricardo Pardo Zancada, quien en  23-F: Las dos caras del golpe,  plantea algunos aspectos tácticos de aquel díaZancada, que participó en la asonada y cumplió 12 años de cárcel por rebelión militar, afirma que en el Congreso de los Diputados, ese día, corrían en paralelo dos planes golpistas: el de Tejero y el de Armada; las dos caras del golpe.

 Existen también aproximaciones académicas, como la que hizoAlfonso Pinilla García en El laberinto del 23-F: Lo posible, lo probable y lo imprevisto en la trama del golpeen cuyas páginas refleja la complejidad de las agendas políticas que coincidieron en aquella fecha. Basándose en pruebas recogidas en investigación judicial que sucedió al 23F y en las sentencias judiciales del Consejo Supremo de Justicia Militar y la sala de lo penal del Tribunal Supremo, además de los testimonios de quienes participaron, Pinilla García pretende dar una visión de conjunto que mezcla varios factores: la recesión económica que coincidía con la escalada violenta de ETA; la pérdida de apoyos políticos que sufrió Suárez; el malestar militar... para abrise paso en ese laberinto, echa mano Pinilla García de la Teoría de Juegos.

Monarquía

http://www.elmundo.es/opinion/2014/02/22/53092b5022601dab168b4574.html

El mito de la Reconquista y la visión tradicional de España aún perviven en los manuales de bachillerato | Público

 Dos investigadores analizan una treintena de libros de texto desde la Transición a nuestros días y certifican que los avances de la histori...