Ya están disponibles para el público los 50 tomos y 40.000 entradas biográficas de la mayor obra emprendida por la Real Academia de la Historia, el Diccionario Biográfico Español, una enciclopedia que ha pasado a la Historia por su nulidad antes de estar completa. Trece años después de la firma para poner en marcha el mastodonte –cerrado durante el Gobierno de José María Aznar, con la participación de Mariano Rajoy, como ministro de Educación y Cultura-, estamos ante uno de los fracasos más sonados de la historiografía.
Su director, Gonzalo Anes, podría haber logrado con el DBE la legitimidad y el brillo que tienen otras academias algo más abiertas a la sociedad, como la Real Academia Española de la Lengua. Bastaba con convertirse de una vez por todas en el órgano que representara a la disciplina y resultar creíble para la sociedad. Anes ha conseguido todo lo contrario, con el beneplácito de los dos partidos que han gobernado desde 2011 a esta parte y sus respectivos ministros de Educación: Ángel Gabilondo y José Ignacio Wert. Estos son los 10 errores más escandalosos que quedan en las bibliotecas para siempre.
El director de la Real Academia de la Historia (RAH), Gonzalo Anes. (EFE)
UNO: NO SE CORRIGE, PERO SE FINANCIA
Tras las informaciones sobre los primeros volúmenes publicados, el Congreso de los Diputados congela la inversión pública destinada al Diccionario Biográfico Español. Faltaban 25 tomos para completar la colección de 50. Hasta que la comisión de la Real Academia de la Historia no investigue qué es lo que ha pasado y presente sus conclusiones sobre las entradas vinculadas a la Historia Contemporánea no volverá a recibir un euro. El grupo tiene un plazo de cuatro meses y está compuesto por los académicos Miguel Artola y Carmen Sanz, acompañados por el historiador independiente Juan Pablo Fusi, que ya adelanta que no está de acuerdo con la entrada escrita por Luis Suárez sobre Francisco Franco.
Sin embargo, en los primeros presupuestos generales aprobados por el Gobierno de Mariano Rajoy reaparece la subvención para “el mantenimiento y la actualización del Diccionario Biográfico Español”, avalando la obra con un valor de 163.790 euros. A esta cantidad anual hay que sumar los 6,4 millones de euros invertidos en el diccionario desde su creación. A día de hoy, y desde julio de 2011, la RAH no ha informado de los resultados de la investigación de la comisión. El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, informó en el Congreso que se revisarían 14 entradas “en profundidad”, una sería “eliminada” y 16 rectificadas “ligeramente”. No dijo cuáles. Se desconoce si se han realizado cambios, cómo se van a hacer y cuáles.
DOS: RECUPERAR LA JERGA FRANQUISTA
La parte mínima del Diccionario Biográfico Español que mancilla al resto –la dedicada a la Historia Contemporánea- recupera expresiones de la propaganda franquista tales como “bandolerismo asesino de los maquis”, “alzamiento”, “movimiento nacional”, “guerra de liberación”, “dominación roja”, “verdadera Cruzada”. Los historiadores han calificado este uso de términos superados como faltas de gusto y moral.
El convenio firmado entre la RAH y el Ministerio de Educación, en 1999, se especifica claramente que la obra deberá “dar una versión ecuánime” de los personajes e incluir “los elogios y críticas que pudieran haber suscitado”. Sin embargo, la mayoría de las vidas vinculadas al franquismo se muestran como panegíricos, sin rigor científico. “Semejantes dislates reflejan la connotación ideológica reaccionaria de algunas biografías”, explica el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, José Luis Ledesma, en su informe para la publicación académica Ayer.
TRES: PÉRDIDA DEL CRITERIO CIENTÍFICO
La comunidad científica histórica ha rechazado frontalmente el DBE en sus partes más polémicas. Este periódico consultó con varios departamentos de historia contemporánea y ninguna ha adquirido ni adquirirá la obra, porque “no responde a los criterios objetivos científicos”. Desde la Universidad Complutense, por ejemplo, aseguraban que el Diccionario no tendrá ninguna utilidad a pesar del esfuerzo y el elevado coste económico que ha supuesto. “El mal está hecho y no hay vuelta atrás. Ha sido un proyecto fracasado con repercusiones negativas”, concluye el director del área Juan Carlos Pereira. Un ejemplo de la falta de rigor es la entrada de Carlos Seco sobre Azaña, en el que aporta la novedosa visión de calificar al gobierno de Negrín como “prácticamente dictatorial”. Sin olvidar el “autoritario, no totalitario” de Luis Suárez Sobre Franco.
CUATRO: NEGRO SOBRE BLANCO IMBORRABLE
Para los historiadores como Ismael Sanz, director del departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia y catedrático, el mayor problema de las “entradas inadmisibles” es que pasará el tiempo y llegarán nuevos lectores sin el conocimiento de lo que esconden los 50 volúmenes y dará por bueno todo lo que encuentre, puesto que es una obra de consulta. “Es una barbaridad. El método que ha llevado la RAH con la obra es obsoleto. No han sido respetuosos ni con la profesión ni con el rigor: es un atentado contra la Historia”, añadía. De hecho, la Academia no ha especificado cuáles serán las soluciones a las entradas fallidas, si una adenda o una corrección en su totalidad. La adenda ofrece la posibilidad de la equivocación suma, al enseñar al lector dos interpretaciones opuestas.
CINCO: EL DELITO HISTORIOGRÁFICO
La obra anula el crédito de la Real Academia de la Historia, pero también cuestiona la propia labor científica historiográfica. La manipulación a la que ha sido sometida en algunas entradas del Diccionario ha dejado en entredicho la escrupulosidad de la ciencia. El problema no es el franquismo, sino su tratamiento. Autores inexpertos, sin revisión ni evaluación externa de las vidas. Las comisiones responsables de la selección sabían a quién encargaban cuando lo hacían. Sin embargo, no ha habido depuración de responsabilidades en la institución.
SEIS: MILITANTES POR HISTORIADORES
La “dirección científica” es de Gonzalo Anes, el propio director de la RAH, a quien reporta una serie de comisiones compuestas de académicos que se ocuparon de sugerir personajes y biógrafos. El peso de la obra lo llevaba un equipo formado por un director técnico, un académico coordinador, una coordinadora de edición y ocho documentalistas. La selección de los biógrafos no historiadores es la principal fuente de deterioro de la obra. Han escrito desde responsables de gabinete de comunicación de un partido político, empresarios hoteleros a autores ligados a fundaciones e instituciones próximas a los personajes retratados. No están familiarizados con las técnicas de la disciplinas, no está garantizada su independencia ni su rigurosidad, por el contrario su clientelismo y parcialidad son evidentes. La mínima distancia entre el biógrafo y el biografiado ha sido suplantada por militantes.
SIETE: LIBERTAD DE CÁTEDRA
Las dudas sobre la labor de la supervisión de las comisiones se ha dejado notar dentro y fuera de la Academia. La falta de control de calidad, al amparo de la libertad de cátedra es un error por el que Gonzalo Anes tampoco ha respondido. Como explica Juan Pablo Fusi, lo que no se puede permitir un historiador es la deshonestidad profesional, es decir, “la ideologización retrospectiva, el anacronismo (interpretar la historia no en función de las percepciones de los contemporáneos, sino a la luz de los problemas de hoy), la manipulación burda, la parcialidad, la politización, no buscar la verdad”. Para Fusi hubo un mal uso de la libertad de cátedra en la creación de las biografías que sabían más polémicas, ya que “la Academia no revisó esas voces, que deberían haber encargado a personas más prestigiosas y reconocidas”.
OCHO: GRANDES DE ESPAÑA, EN SU CASA
Una de las faltas cometidas más graves es la selección de los personajes. José Luis Ledesma ha denunciado las entradas de dudosa relevancia histórica, como las dedicadas al “primer tripulante de cabina de pasajeros” varón, aquella que habla de tres hermanos de familia noble, dos de los cuales figuran como “pioneros en el sector del vino y del aceite” y la infinitud de mártires. A ellas hay que sumar las apariciones estelares de empresarios actuales, en los que, al parecer, la institución está muy interesada: desde Juan José Hidalgo Acera (fundador de Halcón Viajes), al mismísimo Gerardo Díaz Ferrán (antes de entrar en prisión), Helena Revoredo Delvecchio (presidenta de Prosegur), César Rodríguez González (primer presidente de El Corte Inglés) o María Elvira Rodríguez Herrer, ministra de Medio Ambiente menos de un año con José María Aznar, en sustitución de Jaime Matas.
NUEVE: UN PROYECTO CADUCIFOLIO
La empresa se aprueba cuando internet entra en todos los hogares. Se elabora al tiempo que las obras enciclopédicas en papel se hunden y determinan convertirse al digital para ahorrar costes y ganar en difusión. La vieja enciclopedia se rejuvenece con la Red consolidada como una herramienta básica de consulta. Por el contrario, Gonzalo Anes decidió que el DBE debía nacer en papel, en el año 2011–con gran satisfacción para sus impresores y distribuidores y absoluto disgusto para las cuentas públicas-, con una consulta en línea exigua. Por otro lado, la actualización a la que debe someterse constantemente cualquier obra histórica al hilo de nuevos descubrimientos y la rectificación de errores garrafales –como los cometidos en esta-, hacen de la actuación en el papel una tarea limitada y gravosa. La Real Academia Española demuestra cada día (con 4 millones de consultas lingüísticas en su web) que el futuro de estas enciclopedias –a coste del erario público- está en la consulta en línea.
DIEZ: REGRESIÓN IDEOLÓGICA
Para el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra, Eloy Martín, el DBE “es una ofensiva de la historiografía más reaccionaria y un reflejo del país”. A Juan Avilés, profesor de Historia Contemporánea de la UNED, le parece una obra buena con entradas que “no son de recibo” porque “no cumplen con la objetividad y distancia”. “Se ha tratado de confundir libertad de expresión con la ideología para justificar la obra y su tono partidista y sesgado a la derecha. Un historiador tiene ideología menos cuando escribe”. El debate muestra cómo unas biografías se escribieron desde el rigor y la libertad de la Historia y otras desde el rigor y la libertad de la conciencia de cada historiador.