lunes, 5 de octubre de 2009

El ‘sueño español’ se desvanece

El Comercio (Ecuador)
Roxana Cazco
Corresponsal en Madrid
OCT. 4, 2009

El cuencano Oswaldo Báez estudió un curso de emprendedores agrícolas. Quería ponerse en Ecuador una comercializadora de arroz entre la Sierra y la Costa. Todo se truncó por la crisis. Con 780 euros de prestación de desempleo desde hace año y medio y con tres hijos a los que mantener, este cuencano de 39 años tomó una difícil decisión: enviar a sus tres pequeños a Ecuador.

Nacieron en España, pero ello no les libró de una crisis que se ha cebado especialmente con inmigrantes como sus padres. Este colectivo fue el primero en perder empleo, está sujeto a mayores abusos porque dependía de un contrato de trabajo para renovar papeles y las desigualdades salariales en relación a los nativos son evidentes. “Ya no avanzaba el dinero. No podíamos seguir con los niños aquí”, explica el compatriota, que logró que la madre se reuniera con ellos enseguida.

Fue despedido de forma improcedente donde trabajaba como comercial y su esposa se acogió a un ERE (expediente de regulación de empleo) en una empresa de alquiler de vehículos.

La cuota hipotecaria de su piso en Madrid se duplicó en tres años y pasaron de pagar 850 euros a

1 600 por mes. “No pudimos seguir depositando. Era darles de comer a los niños o que el dinero se vaya al banco”, recuerda. Está en juicio, le quitarán la vivienda.

Los colegios de los pequeños no reconocían la hipoteca como causal para becas de comedor y libros. Valoraban solo los ingresos familiares: 2 000 euros (el paro de ambos) que en la práctica se traducían en 400 euros para mantenerse cinco personas.

España dejó de ser lo que fue hasta hace tres años. Una economía ficticia, asentada en la especulación inmobiliaria y el sobredimensionamiento de la construcción, confirmó que para miles de inmigrantes, a diferencia del ‘sueño americano’, el ‘sueño español’ no existía.

Cada vez vienen menos inmigrantes a la Península, limitados por la reducción de flujos en función de un desempleo del 18% y porque ha dejado de ser atractiva tanto para ellos.

Según la Agencia Europea de Fronteras Exteriores, las llegadas a las Islas Canarias en ‘cayucos’ (embarcaciones rudimentarias) de africanos descendieron en un 61% en 2008. Y según el Ministerio del Interior, 37 000 inmigrantes ‘sin papeles’ intentaron ingresar a España en 2008, un 24% menos de los que se arriesgaron en 2007. Si en diciembre de 2005 el
crecimiento de la población ecuatoriana en relación a 2004 fue del 61,2%, en diciembre de 2008 fue del 6,5%.

La contratación en origen también es afectada por la desaceleración. 178 340 personas vinieron bajo esa modalidad en 2007, el año pasado fueron 136 604 y hasta junio de 2009 solo 10 416. Es decir en seis meses arribaron

4 000 personas menos de las que llegaron en solo un mes en 2007. Y si eso llama la atención, los datos de trabajadores contratados a través del Contingente (seleccionados según su perfil profesional) en 2009 es más sorprendente: 8. Frente a los 5 721 de 2007.

Según el estudio ‘Inmigración y Mercado Laboral 2008’, de Miguel Pajares, durante estos años España ha recibido la inmigración que necesitaba su mercado laboral y su economía y el argumento de que la posible “generosidad” del Estado español hacia los “sin papeles” impulsó su llegada, no tiene validez.

Hace solo dos años España era El Dorado. Ahora, son pocos los que vienen y cada vez más los que piensan en irse, escribió recién el diario El País de Madrid.
Raúl Jiménez, miembro de una asociación madrileña de ecuatorianos -que representan la principal comunidad extranjera en el país-, dice: “Ya a finales del curso pasado muchas familias sacaron a sus chicos del colegio para enviarlos a Ecuador, porque sabían que no podían hacer frente a los gastos de uniformes, material...”.

“Muchos ecuatorianos han agotado su prestación por desempleo, otros también han perdido sus casas porque al no poder pagar las hipotecas se las han quedado los bancos y ahora viven en albergues o comen en comedores sociales”. El diario indicó que las autorizaciones de residencia por reagrupación familiar fueron
38 279 hasta el 30 de junio de 2009, respecto de las 95 410 en 2008 y las 128 161 de 2007.

Trece años vive Oswaldo en la Península y no ha podido cumplir el nivel de bienestar que imaginaba cuando partió de su país.

Tal como María, nombre ficticio de una compatriota, que debió enviar a Ecuador a su esposo e hija reagrupados porque era “imposible mantenerlos aquí”. El esfuerzo que costó el trámite se diluyó con la precaria situación de la familia en Madrid.

Le despidieron poco antes de que llegaran, como todo reagrupado su esposo no tenía permiso para trabajar y la niña estaba en edad escolar. “Pedí ayuda a Cáritas, a la Administración, a la Senami, becas en el colegio. Nadie me la dio porque había mucha demanda. ‘Has venido en mal momento’, me decían”.

María, que llegó en 2007 a España, no llegó a cumplir el año de cotización requerido para cobrar la prestación de desempleo. Fue empleada de hogar un año (no tienen derecho al paro) y 8 meses camarera. Por eso solo accedió a un subsidio de desempleo por 400 euros al mes. Así, el retorno de su esposo e hija era inminente. Se produjo cinco meses después de haber sido reagrupados. “A la niña no le podía decir no comas”, dice esta madre de tres. “En Ecuador piensas que aquí vas a ganar mucho dinero, quería pagarle la universidad a mis hijos mayores, pero llegas acá y te das un papazo en la cara. Todo es mentira...”.


Punto de vista

Miguel Pajares/ Profesor de la Universidad de Barcelona y autor de ‘Inmigración y Mercado Laboral 2008’

Se dan cuenta que no es ‘El Dorado’

Ha habido un crecimiento económico que necesitaba de los extranjeros, cuando este descendió también disminuyó la inmigración. Muchos inmigrantes que creían que esto era El Dorado español, descubrieron que no lo era.

Han visto fracasados sus sueños porque vinieron a un país que demandaba mano de obra basada en una burbuja inmobiliaria que estalló. Pese a ello, siguen entrando migraciones por las reagrupaciones familiares e incluso porque el mercado español sigue necesitando inmigrantes para sectores que a pesar del paro y la crisis no encuentran trabajadores nativos, como el sanitario o el agrícola.

Se intentó que no hubiese contratación en origen para las campañas agrícolas y que las hicieran los desempleados, pero las organizaciones agrícolas tuvieron que recurrir a la contratación en origen porque sino no completaban las plazas. Aun con la crisis y el desempleo los españoles siguen siendo reticentes a empleos en la agricultura y construcción.

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