martes, 19 de febrero de 2013

Una nueva y urgente transición a la democracia


Los espectáculos que estamos presenciando de nuestra clase política, financiera, élite empresarial y muchas de nuestras más importantes instituciones durante estos últimos 2 años agotan los adjetivos: nauseabundo, despreciable, autoritario, inesperado, torticero, manipulador, decepcionante, inquietante, execrable y tantos otros que encierran sensaciones similares. Es indiferente que la reprobación sea ética o penal.
Dábamos por zanjada la transición a la Democracia del periodo 1975-1978, pero eso ha cambiado. Nos resulta muy lejana en el tiempo y cada vez más vacía de contenido: las políticas comunitarias lideradas por una déspota absoluta han contagiado a los líderes menos capaces del escenario internacional. Partían de un presupuesto correcto y necesario: racionalizar el gasto público y privado. Pero sus políticas públicas cortoplacistas -como su liderazgo y sus intereses- pensadas sin la suficiente maduración, sin una revisión de la historia o sin escenarios alternativos a 12 años vista, son un desastre. Sus resultados lo acreditan: están arrasando con la clase media. No hay colectivo que no esté en la calle o convocado a una manifestación; están desposeyendo a la antiguamente llamada "clase obrera" de lo que han conseguido acumular tras años de sacrificios con un salario muy inferior a la media comunitaria. Les está desproveyendo de coche, de bienes muebles, de casa y de dignidad. Y, en algunos casos, conduciendo al suicidio. Nuestro presidente del Gobierno está acabando con las empresas y aumentado los ratios de pobreza. Incluso la infantil. Y esto es sencillamente inaceptable.
Fernando Toll-Messía  sigue

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