martes, 26 de marzo de 2013

El poeta y su doble


Baudelaire, en un ensayo sobre la risa, escribió: «el artista sólo es artista a condición de ser doble y de no ignorar ningún fenómeno de su doble naturaleza». A través de esta demanda de la lucidez, por el desdoblamiento, la poesía moderna se despegaba del yo romántico y se iniciaba el largo camino del sujeto poético hacia la soledad final: el yo y el tiempo, como dice Biedma. Lo que aquí importa retener de las palabras de Baudelaire es esta doble imagen del poeta y la absoluta conciencia que debe tener de su doble naturaleza. Está claro que la poesía más característica de Jaime Gil de Biedma participa de esa doble imagen de sí mismo. Tanto en un nivel conceptual como puramente textual, se unen en casi todos sus poemas una mezcla de elementos opuestos, de lenguajes ajenos, de mundos separados. La ironía es la forma de comunicarle al lector que esos contrastes, esas contradicciones, son parte de una estrategia poética y de un pensamiento relativista. La actitud irónica se introduce en la esfera de la conciencia romántica como un reconocimiento de las limitaciones humanas (Enright, 1986) y, desde el punto de vista filosófico, es una posición nihilista que entra en conflicto con el idealismo romántico (Muecke, 1978). Pero, ya a finales del siglo XVIII, Friedrich Schlegel afirmaba que, a través del uso conjunto de la imaginación y la ironía, lo que los románticos buscaban era la fusión entre vida y obra (Paz, 1974, 89). Esto, en realidad, no se realizaría en la poesía hispánica hasta bien avanzado el siglo XIX. Jaime Gil de Biedma ha expresado en varios ensayos su conocimiento de esta clara escisión con el idealismo romántico que se produce en el mismo seno de dicho movimiento y, más tarde, con Baudelaire. En su ensayo «Emoción y conciencia en Baudelaire», descubrimos que todo lo que allí escribe es aplicable a su propia obra: «Es cierto que encontramos en Baudelaire coherencia lógica y formal y discursividad y oratoria — virtudes todas ellas bien necesarias a la poesía —, y continuidad en el nivel de tono y una andadura demasiado previsible. Pero ¿no son también típicas en Baudelaire, en el mejor Baudelaire, las cualidades opuestas: el sobresalto y el quite que el lector no espera, lo mismo que la repentina y casi inverosímil concentración imaginativa en unos pocos versos, cuando no en uno solo?» (1980). Este contrapunto irónico (y cuando digo irónico no me refiero sólo a los resultados humorísticos) será un rasgo típico de la poesía de Biedma. Más adelante, en este mismo ensayo, señala el poeta otro aspecto revelador de la poesía de Baudelaire que es igualmente adaptable a la suya: «El poema baudeleriano parece obedecer en su despliegue a un continuo vaivén de atracción y repulsión entre metro y sintaxis, entre ritmo y melodía, que, al organizarse en zonas de convergencia y divergencia, se convierte en factor determinante de la estructura del conjunto.» Esta antinomia de metro y sintaxis es para el autor equivalente a otra no menos importante en el momento de escribir el poema: la de emoción y conciencia. Pero Biedma señala que en Baudelaire hay siempre una nostalgia, un querer huir de todo, que lo alejan del mundo poético del catalán. Y es que la actitud irónica que su poesía adquiere no es precisamente para huir del tiempo histórico que le ha tocado vivir, sino, por el contrario, para hacerlo soportable. Lo que conseguirá Gil de Biedma a través de su actitud irónica es tomar una distancia crítica desdoblándose en un variadísimo juego de máscaras que va desde la mirada tierna a sí mismo y al mundo hasta la caricatura grotesca de su yo y de la sociedad que lo rodea. Por lo tanto, en su postura poética no hay nunca escapismo, sino una cierta crueldad que va dejando como vacíos de sentido casi todos los presupuestos humanos e ideológicos en que su experiencia se han venido fundamentando. Esto ha ocurrido porque el poeta se ha puesto incondicionalmente del lado de una conciencia alerta, que es laque rige su poesía. Para Gil de Biedma, Espronceda sería nuestro primer poeta moderno, precisamente porque supo incorporar en algunos textos suyos el coloquialismo y la ironía. El otro aspecto de la poesía de Espronceda que a él le interesa es su capacidad de desdoblarse en el texto, de tomar distancia de sí mismo y de que «el conocimiento de esa distancia se ha convertido en fuente de efectos poéticos» (1080). Él tomará esa distancia a través del monólogo dramático, asunto que ha sido ampliamente esclarecido por la crítica y por el propio autor: el origen anglosajón de este recurso, el uso que de él hace Luís Cernuda, etc.

Dionisio Cañas, "Introducción", en Jaime Gil de Biedma. Volver. Madrid, Cátedra Letras hispánicas,1989, pp. 10-11.

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